2 de mayo de 2011

¿POR QUÉ ME GUSTA EL AJEDREZ? -- Gens una sumus




Eran los últimos días de diciembre de 1992. Con esas ansias propias de los 12 años, me dirigía a paso presuroso hacia mi primer torneo abierto Metropolitano, una tradición de fin de año en mi país, Costa Rica. El gimnasio del complejo deportivo de Plaza González Víquez, en la capital San José, estaba lleno de jugadores de ajedrez, que venían de muchos puntos del país, incluso había varios de otros países. El árbitro anunciaría la ronda, y me tocaría enfrentarme con las piezas negras a un fuerte jugador de 15 años, llamado Mauricio Chicas. Una abierta y peliaguda batalla en una apertura vienesa, y luego de 2 horas tuve que inclinar el rey negro en señal de derrota. Estreché la mano de Mauricio, firmé la planilla, y me fui dizque tratando de calcular cuanto elo había perdido...

Mientras esperaba al inicio de la segunda ronda ese mismo día, me fui a dar un tour por las demás mesas. Recuerdo la reverente actitud que mi joven alma adquiría cuando osaba acercarme aunque fuera por unos segundos a la primeras mesas, donde jugadores de primera división, maestros nacionales e internacionales se enfrascaban en duras luchas con jugadas tan fuera de mi comprensión que me parecía que jugaban otro juego...

Luego de escalar alto, me iba a volar un poco más bajo, y observaba los duelos de los jugadores de 2a y 3a categoría, con vano orgullo cuando según yo calculaba una bella combinación que ninguno de los 2 jugadores lograría ver; y fruncía el ceño con cada error o pieza desprotegida que se comía algún suertudo...

Luego de las partidas, ofrecía mi "valiosa ayuda" en uno que otro análisis post-mortem (en las mesas que no se reservaban el derecho de admisión, claro está), e iba empezando a conocer a varios jugadores que aún hoy siguen siendo mis compatriotas en esa particular nación nómada que son los torneos abiertos. Niños, jóvenes, adultos y adultos mayores, a todos nos une el amor, interés o en algunos simple curiosidad por el ajedrez. Y esa es una de las principales razones por las que creo que nunca me curaré de esta poderosa adicción. Porque además de permitirte retar tu intelecto y aguijonear tu instinto competitivo, el ajedrez te regala algo igual de valioso: buenas amistades, la oportunidad de tener contacto con personas de una gran variedad de profesiones, creencias y maneras de ser. Es como tener una familia sin los conflictos familiares, salvo una que otra jugada malintencionada o alguna molesta "sustracción de elo"...

Gracias a la excusa del ajedrez he conocido abogados(as), filósofos, arquitectos, cristianos, ateos, budistas, rastafaris, administradores(as), profesores(as), agentes de bienes raíces, etc... y no les miento, una que otra vez me he servido de estos "contactos" para descuentos o consejos profesionales gratuitos (jeje). He sostenido acaloradas charlas/discusiones no sólo sobre un final que nunca era tablas, sino también sobre Buda, "Messi vs. Cristiano Ronaldo" o el sistema educativo nacional, por citar algunos pocos temas.

El lema de la Federación Internacional de Ajedrez (Que cumplió 84 años de fundada el pasado 24 de julio) lo explica bellamente: "Gens una sumus", o en Cervantino: "Somos una sola estirpe" , o "Somos una sola familia". Disfuncional y todo lo que quieran, pero familia al fin y al cabo.

¡Saludos, hermanos y hermanas!

P.S.: ¿Cuándo será el próximo abierto...??

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