29 de octubre de 2009

¿POR QUÉ ME GUSTA EL AJEDREZ? (6) -- Es un idioma universal

Spielen Sie Schach?... Ich auch!
Do you play chess?... Me too!

San José, Costa Rica, diciembre 1998.
Es mi acto de graduación del colegio. Estoy sosteniendo una amena conversación con el embajador de Alemania en su idioma, pues estudié en un colegio subvencionado por el estado alemán. Y no conversamos de becas, o de mi futuro profesional, ni del turismo o el café de Costa Rica. Nada de eso, el señor embajador Rupprecht quiere saber dónde aprendí a jugar ajedrez, cuáles son mis aperturas favoritas, y me felicita por haberle dado tanta pelea en una simultánea que dió a algunos alumnos del colegio unos meses atrás... donde perdí por un pelo de rana calva.


Toronto, julio 1998.
En un viaje que hice con mis padres y mi hermano caminamos bastante por las interminables avenidas de esta bella ciudad canadiense. Conocimos bellos parques, las cataratas del Niágara, vimos unos juegos artificiales bárbaros... y entre las muchas atracciones de la cuidad, de pronto me topo con varias mesas de cemento con tableros de ajedrez incrustados, y a hombres jóvenes y no tan jóvenes moviendo los trebejos con la esperanza de ganar unos cuantos dolaritos extra. Me dirijo emocionado a ver qué sucede, y me dice uno de ellos: "One dollar per game!" Y bueno, no pasaron muchos segundos cuando me vi defendiendome ante un furioso gambito de rey. Ya tenía pieza de más y las torres en séptima amenzando atenazar al rey blanco, cuando mi rival señala mi reloj... y me fui de ahí con un dolar menos... (¡al menos era canadiense! jajaja) y con la sospecha de que algún expectador muy diestro movió la aguja de mi reloj sin que lo viera...

Praga, junio 2006.
Camino emocionado con un grupo de costarricenses por las calles de
Praga, como salidas de un cuento de hadas. Me dirijo a un parque donde aficionados se reúnen para ver el juego Holanda-Serbia, de la Copa Mundial de Futbol. Paso por una extraña tienda llena de tableros de ajedrez, que me quedo viendo un rato, y oigo una voz con fuerte acento árabe que me grita: "Do you play chess? Me too! Game?" (Juega usted ajedrez? Yo tambien! Una partida?). Y tengo que declinar el reto, pues en esos días sólo quería disfrutar del futbol...




Amsterdam, junio 2006.
En pleno mundial de fútbol, a 5 ticos hartos de estar en la fría Hamburgo esperando el juego de su selección, que sería en 3 días, se nos ocurrió reunir dinero para alquilar un auto y conocer Amsterdam, la loca capital holandesa. Entre tantas cosas pintorescas, una recuerdo con especial agrado: uno de los muchachos ve una tienda Hard Rock Cafe, y como buen rockero, nos invita a que entremos a ver qué souvenir puede conseguir. Recorrimos la tienda, y al salir por la puerta de atrás, Caissa me volvió a seducir: ¡Un tablero gigante en el pleno centro de la plazoleta Max Euwe, con una estatua del gran excampeón mundial nederlandés! Por supuesto, las fotos de rigor no se hicieron esperar, y tuve que conformarme con ver un ratito una partida que estaban disputando dos ciudadanos...





Por eso me gusta el ajedrez, porque sin importar de dónde vengan, dos personas pueden disfrutar de un ameno momento jugando, luego darse la mano y seguir su camino. O pueden incluso llegar a convertirse en grandes amigos. Es verdaderamente un idioma universal que rompe las barreras de la cultura, lengua, raza, sexo o creencia. ¡Un idioma cuya gramática no ha cambiado desde 1492!




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